Hoy en día es difícil cruzarse por la calle con un hombre menor de cincuenta años y que luzca un orgulloso mostacho en su jeta (a excepción de los
pakis y algunos modernillos sin miedo al rechazo). Me estoy refiriendo al bigote a
secas, nada de perilla ni barba. Bigote.
Hace años ese enjambre de pelo era un claro símbolo de madurez, de hombría, de
virilidad. Los grandes machos lucían mostacho.
En el cine y la televisión, muchos han sido los hombres que
han portado con chulería y orgullo dicho complemento. Dejando de lado
a clásicos como Charles Chaplin, Groucho
Marx (que se lo pintaba con brocha gorda),
Cantinflas o Clark Gable, cada vez que me dispongo a
afeitarme y se me pasa por la cabeza dejarme bigote, estas son las
grandes referencias que vienen a mi memoria:
Sean Connery:
Para qué negarlo. Hay que ser muy macho para
pasearse de esta guisa y no tener miedo a que te apedreen. Y está claro que ese
bigotón juega a su favor (la trenza no tanto). Muchos fueron los looks del
señor Connery, y en gran número de ellos lució bigote. Pero nunca con un estilo tan tremendo como en Zardoz (si alguien
entiende la película, que me la cuente).
Lee Van Cleef:
Esa mirada… Ay, esa mirada. Qué tío, da yuyu
verlo. Jamás una nariz aguileña había ido tan bien acompañada. El gran Clint Eastwood debía pensar lo mismo
cada vez que se enfrentaban en un duelo.
Burt Reynolds:
Un tío duro, simpático y ligón (o eso creía él). Protagonizó
más de cien películas, y en la mayoría de ellas lucía su orgulloso bigote. Por
cierto, siempre me he preguntado cómo debe ser eso de teñirse también el
bigote y las cejas. Raro, supongo.
Charles Bronson:
Este sí era un tío duro de verdad. Con la cara
más arrugada que un mapa de carreteras, su bigotazo estilo chicano, y su
parquedad en palabras, no había quién supiera lo que pasaba por su cabeza. Eso
era chungo, en especial para los que estaban en el otro extremo del cañón de su
pistola.
Stacy Keach:
El gran detective Mike Hammer, de mirada extraña, violento, misógino y
cargado de ira. Su Colt 45 tenía nombre: Betsy. El secreto que
escondía bajo el bigote era su labio leporino.
Peter Sellers:
En cada una de sus películas aparecía
caracterizado de un modo diferente, pero cómo olvidar al torpón y caótico
Inspector Clouseau de la La Pantera Rosa.
Danny Glover:
Pobre hombre.
Se le erizaba el bigote cada vez que Mel
Gibson se la liaba en Arma Letal.
Y no era para menos. La escena del wáter explosivo en la secuela no tiene
desperdicio.
Tom Selleck:
El Gran Thomas Magnum. Qué vidorra se pegaba el tío en Hawái con su
Ferrari rojo. Higgins y T.C. también lucían bigote, pero
ninguno es tan recordado como el del protagonista. Zeus y Apolo, los
dobermans que protegían la mansión de Robin
Masters, se las hacían pasar canutas.
Samuel L. Jackson:
Menudas pintas y el miedo que daba el tío. Capaz
de pasar en un instante de saborear una hamburguesa hawaiana a recitar la
biblia y después llenar de plomo a un pobre diablo. Si eres mujer y te cruzas con él,
pídele que te haga un masaje en los pies. Por lo visto es un fenómeno.
Brad Pitt:
Muchos actores recientes se han visto obligados a
dejarse bigote por exigencias del guión: Johnny
Depp, Matt Dillon, George Clooney y Matt Damon son algunos de ellos. El del protagonista de Malditos Bastardos no tiene
desperdicio.
Mi voto es para Sean Connery... ahora, no sé si es por la trenza, por el bigote o por... hablemos claro... por el tanga estilo fin de año militar!!!! Vamos, sea como sea, es el mejor!
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